MISAL ROMANO: SEMANA SANTA

SEMANA SANTA

DOMINGO DE RAMOS
EN LA PASIÓN DEL SEÑOR
1. En este día la Iglesia recuerda la entrada de Cristo, el Señor, en Jerusalén para consumar su Misterio pascual. Por lo tanto, en todas las misas se conmemora esta entrada del Señor en la ciudad santa; esta memoria se hace o bien por la procesión o entrada solemne antes de la misa principal, y por medio de la entrada simple antes de las restantes misas. La entrada solemne, no así la procesión, puede repetirse antes de aquellas misas que se celebren con gran asistencia del pueblo.
Cuando no se puede hacer ni la procesión ni la entrada solemne, es conveniente que se haga una celebración de la palabra de Dios con relación a la entrada mesiánica y a la pasión del Señor, ya sea el sábado al atardecer, ya sea el domingo a la hora más oportuna.
Conmemoración de la entrada del Señor en Jerusalén
Primera forma: Procesión
2. A la hora señalada, se reúnen todos en una iglesia menor o en algún otro lugar apto fuera de la iglesia a la que se va a ir en procesión. Los fieles tienen en sus manos los ramos.
3. El sacerdote y el diácono, revestidos con las vestiduras rojas que se requieren para la celebración de la misa, se dirigen al lugar donde se ha congregado el pueblo. El sacerdote, en lugar de casulla, puede llevar la capa pluvial, que se quitará una vez acabada la procesión.
4. Mientras los ministros llegan al lugar de la reunión, se canta la siguiente antífona u otro canto apropiado:
Antífona
Mt 21, 9
Hosanna al Hijo de David, bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel. ¡Hosanna en el cielo!
5. El sacerdote y el pueblo se signan, mientras el sacerdote dice: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Después saluda al pueblo como de costumbre, y hace una breve monición en la que invita a los fieles a participar activa y conscientemente en la celebración de este día, con estas palabras u otras semejantes:
Queridos hermanos: Ya desde el principio de la Cuaresma nos venimos preparando con obras de penitencia y caridad. Hoy nos disponemos a inaugurar, en comunión con toda la Iglesia, la celebración anual del Misterio pascual de la pasión y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo quien, para llevarlo a cabo, hizo la entrada en la ciudad santa de Jerusalén.
Por este motivo, recordando con fe y devoción esta entrada salvadora, acompañemos al Señor para que, participando de su cruz por la gracia, merezcamos un día tener parte en su resurrección y vida.
6. Después de la monición, el sacerdote dice una de las siguientes oraciones, con las manos juntas:
Oremos.
DIOS todopoderoso y eterno,
santifica con tu  bendición estos ramos
y, a cuantos vamos a acompañar a Cristo Rey
aclamándolo con cantos,
concédenos, por medio de él,
entrar en la Jerusalén del cielo. 
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos. 
R∫. Amén.
O bien:
Oremos.
Aumenta, oh Dios, la fe de los que esperan en ti
y escucha las plegarias de los que te invocan,
para que, al levantar hoy los ramos
en honor de Cristo vencedor,
seamos portadores, apoyados en él,
del fruto de las buenas obras. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R∫. Amén.
A continuación asperja con agua bendita los ramos sin decir nada.
7. Seguidamente el diácono, o en su defecto, el sacerdote proclama, en la forma habitual, el evangelio de la entrada del Señor, según uno de los cuatro Evangelios. Puede utilizarse incienso, si se juzga oportuno.
EVANGELIO (año A)
Mt 21, 1-11
Bendito el que viene en nombre del Señor
Lectura del santo evangelio según san Mateo.

CUANDO se acercaban a Jerusalén y llegaron a Betfagé, en el monte de los Olivos, envió a dos discípulos, diciéndoles: «Id a la aldea de enfrente, encontraréis en seguida una borrica atada con su pollino, los desatáis y me los traéis. Si alguien os dice algo, contestadle que el Señor los necesita y los devolverá pronto.»
Esto ocurrió para que se cumpliese lo que dijo el profeta:
«Decid a la hija de Sión: 
"Mira a tu rey, que viene a ti, 
humilde, montado en una borrica, 
en un pollino, hijo de acémila".»
Fueron los discípulos e hicieron lo que les había mandado Jesús: trajeron la borrica y el pollino, echaron encima sus mantos, y Jesús se montó. La multitud alfombró el camino con sus mantos; algunos cortaban ramas de árboles y alfombraban la calzada.
Y la gente que iba delante y detrás gritaba:
«¡”Hosanna” al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡”Hosanna” en las alturas!»
Al entrar en Jerusalén, toda la ciudad se sobresaltó preguntando:
«¿Quién es este?»
La multitud contestaba:
«Es el Profeta Jesús, de Nazaret de Galilea.»
Palabra de Dios.
EVANGELIO (año B, opción 1)
Mc 11, 1-10
Bendito el que viene en nombre del Señor
Lectura del santo evangelio según san Marcos.

CUANDO se acercaban a Jerusalén, por Betfagé y Betania, junto al monte de los Olivos, Jesús mandó a dos de sus discípulos, diciéndoles:
«Id a la aldea de enfrente y, en cuanto entréis, encontraréis un pollino atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta por qué lo hacéis, contestadle: "El Señor lo necesita, y lo devolverá pronto"».
Fueron y encontraron el pollino en la calle, atado a una puerta; y lo soltaron. Algunos de los presentes les preguntaron:
«¿Qué hacéis desatando el pollino?»
Ellos les contestaron como había dicho Jesús; y se lo permitieron.
Llevaron el pollino, le echaron encima los mantos, y Jesús se montó. Muchos alfombraron el camino con sus mantos, otros con ramas cortadas en el campo. Los que iban delante y detrás gritaban:
«¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!»
Palabra de Dios.
O bien:
EVANGELIO (año B, opción 2)
Jn 12, 12-16
Bendito el que viene en nombre del Señor
Lectura del santo evangelio según san Juan.

EN aquel tiempo, la gran multitud de gente que había venido a la fiesta, al oír que Jesús venía a Jerusalén, tomaron ramos de palmeras y salieron a su encuentro gritando:
«¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel!»
Encontrando Jesús un pollino montó sobre él, como está escrito:
«No temas, hija de Sión; he aquí que viene tu Rey, sentado sobre un pollino de asna».
Estas cosas no las comprendieron sus discípulos al principio, pero cuando Jesús fue glorificado, entonces se acordaron de que esto estaba escrito acerca de él y que así lo habían hecho para con él.
Palabra del Señor.
EVANGELIO (año C)
Lc 19, 28-40
Bendito el que viene en nombre del Señor
Lectura del santo Evangelio según San Lucas.
EN aquel tiempo, Jesús caminaba delante de ellos, subiendo hacia Jerusalén. Al acercarse a Betfagé y Betania, junto al monte llamado de los Olivos, mandó a dos discípulos diciéndoles:
«Id a la aldea de enfrente; al entrar en ella, encontraréis un pollino atado, que nadie ha montado nunca. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta: “¿Por qué lo desatáis?”, le diréis así: “El Señor lo necesita”».
Fueron, pues, los enviados y lo encontraron como les había dicho. Mientras desataban el pollino, los dueños les dijeron:
«¿Por qué desatáis el pollino?».
Ellos dijeron:
«El Señor lo necesita».
Se lo llevaron a Jesús y, después de poner sus mantos sobre el pollino, ayudaron a Jesús a montar sobre él.
Mientras él iba avanzando, extendían sus mantos por el camino. Y, cuando se acercaba ya a la bajada del monte de los Olivos, la multitud de los discípulos, llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios a grandes voces por todos los milagros que habían visto, diciendo:
«¡Bendito el rey que viene en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en las alturas».
Algunos fariseos de entre la gente le dijeron:
«Maestro, reprende a tus discípulos».
Y respondiendo, dijo:
«Os digo que, si estos callan, gritarán las piedras».
Palabra del Señor.
8. Después del Evangelio, se puede hacer una breve homilía. Antes de comenzar la procesión, el sacerdote, el diácono o un ministro laico, dice con estas u otras palabras:
Queridos hermanos, imitemos a la muchedumbre que aclamaba a Jesús, y vayamos en paz.
O bien:
Vayamos en paz.
En este caso todos responden:
En el nombre de Cristo. Amén
9. Y comienza la procesión hacia la iglesia donde se va a celebrar la misa. Si se emplea el incienso, va delante el turiferario con el incensario humeante, seguidamente el acólito u otro ministro que porta la cruz adornada con ramos o palmas según la costumbre del lugar en medio de dos ministros con velas encendidas. A continuación, el diácono llevando el libro de los Evangelios, el sacerdote con los ministros y, detrás de ellos, los fieles, que llevan los ramos en las manos.
Durante la procesión, los cantores, junto con el pueblo, cantan los siguientes cánticos u otros apropiados en honor de Cristo Rey.
Antífona 1
[R∫.] Los niños hebreos, llevando ramos de olivo, salieron al encuentro del Señor, aclamando: Hosanna en el cielo.
Esta antífona se puede repetir entre los versículos de este salmo.
Salmo 23
Del Señor es la tierra y cuanto lo llena, / el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos.

¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón,
que no confía en los ídolos ni jura contra el prójimo en falso. [R∫.]

Ese recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Este es el grupo que busca al Señor,
que busca tu rostro, Dios de Jacob. [R∫.]

¡Portones!, alzad los dinteles, que se alcen las puertas eternales:
va a entrar el Rey de la gloria. ¿Quién ese Rey de la gloria?
El Señor, héroe valeroso, el Señor valeroso en la batalla. [R∫.]

¡Portones!, alzad los dinteles, que se alcen las puertas eternales:
va a entrar el Rey de la gloria.
¿Quién ese Rey de la gloria? El Señor, Dios del Universo:
él es el Rey de la gloria. [R∫.]
Antífona 2
[R∫.] Los niños hebreos extendían mantos por el camino y aclamaban: Hosanna al Hijo de David, bendito el que viene en nombre del Señor.
Esta antífona se puede repetir entre los versículos de este salmo.
Salmo 46
Pueblos todos, batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor altísimo es terrible, emperador de toda la tierra. [R∫.]

Él nos somete los pueblos y nos sojuzga las naciones;
él nos escogió por heredad suya: gloria de Jacob, su amado.
Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas: [R∫.]

tocad para Dios, tocad, tocad para nuestro Rey, tocad.
Porque Dios es el rey del mundo: tocad con maestría. [R∫.]

Dios reina sobre las naciones, Dios se sienta en su trono sagrado.
Los príncipes de los gentiles se reúnen
con el pueblo del Dios de Abrahán;
porque de Dios son los grandes de la tierra, y él es excelso. [R∫.]
Himno a Cristo Rey
Pueblo:
[R∫.] ¡Gloria, alabanza y honor!
¡Gritad Hosanna,
y haceos como los niños hebreos al paso del Redentor!
¡Gloria y honor al que viene en el nombre del Señor!
Cantores:
1. Como Jerusalén con su traje festivo,
vestida de palmeras, coronada de olivos,
viene la cristiandad en son de romería
a inaugurar tu Pascua con himnos de alegría. [R∫.]

2. Ibas como va el sol a un ocaso de gloria;
cantaban ya tu muerte al cantar tu victoria.
Pero tú eres el Rey, el Señor, el Dios Fuerte,
la Vida que renace del fondo de la Muerte. [R∫.]

3. Tú, que amas a Israel y bendices sus cantos,
complácete en nosotros, el pueblo de los santos;
Dios de toda bondad que acoges en tu seno
cuanto hay entre los hombres sencillamente bueno. [R∫.]
10. Al entrar la procesión en la iglesia, se canta el siguiente responsorio u otro cántico que haga alusión a la entrada del Señor:
V∫. Al entrar el Señor en la ciudad santa,
los niños hebreos,
profetizaban la resurrección de Cristo,
proclamando, con ramos en las manos:
«Hosanna en el cielo».

R∫. Hosanna en el cielo.

V∫. Como el pueblo oyese
que Jesús llegaba a Jerusalén,
salió a su encuentro,
proclamando, con ramos en las manos:
Hosanna en el cielo.

R∫. Hosanna en el cielo.
11. El sacerdote, al llegar al altar, lo venera y, si lo juzga oportuno, lo inciensa. Después va a la sede, se quita la capa pluvial si la ha usado, y se pone la casulla y, omitidos los demás ritos iniciales de la misa y, según la oportunidad, el Señor ten piedad, dice la oración colecta de la misa y continúa como de costumbre.
Segunda forma: Entrada solemne
12. Cuando no es posible hacer la procesión fuera de la iglesia, la entrada del Señor se celebra dentro de la iglesia por medio de una entrada solemne antes de la misa principal.
13. Los fieles se reúnen o en la puerta de la iglesia, o en la misma iglesia, teniendo los ramos en las manos. El sacerdote, los ministros y una representación de fieles se dirigen a un lugar apto de la iglesia, fuera del presbiterio, en donde la mayor parte de fieles pueda ver el rito.
14. Mientras el sacerdote se dirige al lugar indicado, se canta la antífona Hosanna u otro canto adecuado. En este lugar se bendicen los ramos y se proclama el evangelio de la entrada del Señor en Jerusalén, como se ha indicado más arriba (nn. 5-7). Después del evangelio, el sacerdote con los ministros y algunos fieles se dirigen al presbiterio por la iglesia; mientras tanto se canta el responsorio: Al entrar el Señor (n. 10), u otro canto apto.
15. Cuando ha llegado al altar el sacerdote lo venera, después va a la sede, y, omitiendo los ritos iniciales de la misa y, según la oportunidad, el Señor ten piedad, dice la oración colecta. Después la misa continúa como de costumbre.
Tercera forma: Entrada sencilla
16. En las restantes misas de este domingo en las que no se hace la entrada solemne, se hace memoria de la entrada del Señor en Jerusalén como entrada simple.
17. Mientras el sacerdote se dirige al altar, se canta la antífona de entrada con el salmo (n. 18), u otro canto que haga alusión a la entrada del Señor. El sacerdote, llegado al altar, lo venera y se dirige a la sede. Después de hacer la señal de la cruz,  saluda al pueblo y la misa prosigue como de costumbre.
En otras misas, en las que no es posible cantar una antífona de entrada, el sacerdote, inmediatamente después de llegar al altar y venerarlo, saluda al pueblo, lee la antífona de entrada y prosigue la misa como de costumbre.
18. Antífona de entrada
Cf. Jn 12, 1. 12-13; Sal 23, 9-10
Seis días antes de la solemnidad de la Pascua, cuando Jesús iba a la ciudad de Jerusalén, salieron a su encuentro los niños: en las manos tomaron ramos y aclamaban gritando:

Hosanna en las alturas:
Bendito tú que viniste
con abundante misericordia.

Portones, alzad los dinteles,
que se alcen las puertas eternales:
va a entrar el Rey de la gloria.
¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, Dios del universo,
él es el Rey de la gloria.

Hosanna en las alturas:
Bendito tú que viniste
con abundante misericordia.
Misa
19. Después de la procesión o de la entrada solemne, el sacerdote comienza la misa con la oración colecta.
20. Oración colecta
DIOS todopoderoso y eterno,
que hiciste que nuestro Salvador se encarnase
y soportara la cruz
para que imitemos su ejemplo de humildad,
concédenos, propicio,
aprender las enseñanzas de la pasión
y participar de la resurrección gloriosa.
Por nuestro Señor Jesucristo.
21. Para la lectura de la Pasión del Señor no se llevan cirios ni incienso, no se hace al principio el saludo habitual, ni se signa el libro. La lee el diácono o, en su defecto, el mismo celebrante. Puede también ser leída por lectores, reservando, si es posible, al sacerdote la parte correspondiente a Cristo.
Si son diáconos, antes de la lectura de la Pasión, piden la bendición al sacerdote, como en otras ocasiones antes del Evangelio.
22. Después de la lectura de la historia de la Pasión téngase, oportunamente, una breve homilía. También se puede observar algún espacio de silencio.
Se dice Credo y se hace la oración universal.
23. Oración sobre las ofrendas
SEÑOR, que por la pasión de tu Unigénito
se extienda sobre nosotros tu misericordia
y, aunque no lo merecen nuestras obras,
que con la ayuda de tu compasión
podamos recibirla en este sacrificio único. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
24. Prefacio de la Pasión del Señor
Texto musicalizado en Apéndice I (1168)
V∫. El Señor esté con vosotros. R∫.
V∫. Levantemos el corazón. R∫.
V∫. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R∫.
EN verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo nuestro Señor.

El cual, siendo inocente,
se dignó padecer por los pecadores
y ser condenado injustamente
en lugar de los malhechores.
De esta forma,
al morir borró nuestros delitos
y, al resucitar, logró nuestra salvación.

Por eso, te alabamos con todos los ángeles
aclamándote llenos de alegría:

Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. 
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.

IR A PLEGARIA EUCARÍSTICA
25. Antífona de comunión
Mt 26, 42
Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad.
26. Oración después de la comunión
SACIADOS con los dones santos,
te pedimos, Señor,
que, así como nos ha hecho esperar lo que creemos
por la muerte de tu Hijo,
podamos alcanzar por su resurrección
la plena posesión de lo que anhelamos. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
27. Oración sobre el pueblo
DIRIGE tu mirada, Señor,
sobre esta familia tuya
por la que Nuestro Señor Jesucristo
no dudó en entregarse a sus verdugos
y padecer el tormento de la cruz. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
LUNES SANTO
Antífona de entrada
Sal 34, 1-2; Sal 139, 8
Pelea, Señor, contra los que me atacan, guerrea contra los que me hacen guerra; empuña el escudo y la adarga, levántate y ven en mi auxilio, Señor Dios, mi fuerte salvador.
Oración colecta
CONCÉDENOS, Dios todopoderoso,
que, quienes desfallecemos a causa de nuestra debilidad,
encontremos aliento en la pasión de tu Hijo Unigénito.
Él que vive y reina contigo.
Oración sobre las ofrendas
MIRA, Señor, con bondad,
los santos misterios que estamos celebrando
y, ya que tu amor providente los instituyó
para librarnos de nuestra condena,
haz que fructifiquen para la vida eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio II de la Pasión del Señor (465).
Antífona de comunión
Sal 101, 3
No me escondas tu rostro el día de la desgracia. Inclina tu oído hacia mí, cuando te invoco, escúchame enseguida.
Oración después de la comunión
VISITA, Señor, a tu pueblo,
y guarda los corazones
de quienes se consagran a tus misterios con amor solícito,
para que conserven, bajo tu protección,
los medios de la salvación eterna que han recibido de tu misericordia. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oración sobre el pueblo
Se puede añadir ad libitum
DEFIENDE, Señor, a los sencillos
y protege continuamente a los que confían en tu misericordia,
para que, al disponerse a celebrar las fiestas de Pascua,
tengan en cuenta no solo la penitencia corporal,
sino, lo que es más importante, la pureza interior. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
MARTES SANTO
Antífona de entrada
Sal 26, 12
No me entregues, Señor, a la saña de mis adversarios, porque se levantan contra mí testigos falsos, que respiran violencia.
Oración colecta
DIOS todopoderoso y eterno,
concédenos participar de tal modo
en las celebraciones de la pasión del Señor,
que merezcamos tu perdón.
Por nuestro Señor Jesucristo.
Oración sobre las ofrendas
MIRA, Señor, con bondad
las ofrendas de esta familia tuya
a la que haces partícipe de tus dones santos,
y concédele llegar a poseerlos plenamente. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio II de la Pasión del Señor (465).
Antífona de comunión
Rom 8, 32
Dios no se reservó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros.
Oración después de la comunión
SACIADOS con el don de salvación
invocamos, Señor, tu misericordia,
para que este sacramento,
con el que quisiste que fuésemos alimentados en nuestra vida temporal,
nos haga participar de la vida eterna. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oración sobre el pueblo
Se puede añadir ad libitum
QUE tu misericordia, oh, Dios,
limpie al pueblo fiel
del engaño del viejo pecado
y le haga capaz de la novedad de una vida santa. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
MIÉRCOLES SANTO
Antífona de entrada
Flp 2, 10. 8. 11
Al nombre de Jesús, toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, porque el Señor se hecho obediente hasta la muerte y una muerte de cruz; por eso es Señor, para gloria de Dios Padre.
Oración colecta
OH, Dios que, para librarnos del poder del enemigo,
quisiste que tu Hijo soportase por nosotros
el suplicio de la cruz, 
concédenos a tus siervos alcanzar la gracia de la resurrección.
Por nuestro Señor Jesucristo.
Oración sobre las ofrendas
RECIBE, Señor, las ofrendas que te presentamos,
y muestra la eficacia de tu poder,
para que, al celebrar sacramentalmente la pasión de tu Hijo, 
consigamos sus frutos saludables. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio II de la Pasión del Señor (465).
Antífona de comunión
Mt 20, 28
El Hijo del hombre no ha venido para ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos.
Oración después de la comunión
DIOS todopoderoso,
concédenos sentir vivamente
que, por la muerte de tu Hijo en el tiempo,
manifestada en estos santos misterios,
confiemos en que tú nos has dado la vida eterna. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oración sobre el pueblo
Se puede añadir ad libitum
CONCEDE, Señor, a tus fieles,
recibir pronto los sacramentos pascuales
y esperar, con vivo deseo, los dones futuros,
para que, perseverando
en los santos misterios que los hicieron renacer,
se sientan impulsados por ellos hacia una vida nueva. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
JUEVES SANTO
1. Según una antiquísima tradición, en este día se prohíben todas las misas sin participación del pueblo.
Misa Crismal
2. El obispo ha de ser tenido como el gran sacerdote de su grey, del cual se deriva y depende, en cierto modo, la vida de sus fieles en Cristo.
La misa crismal que concelebra el obispo con su presbiterio ha de ser como una manifestación de la comunión de los presbíteros con él; conviene, pues, que todos los presbíteros, en cuanto sea posible, participen en ella y comulguen bajo las dos especies. Para significar la unidad del presbiterio diocesano, conviene que los presbíteros, procedentes de las diversas zonas de la diócesis, concelebren con el obispo.
La liturgia cristiana recoge el uso del Antiguo Testamento, en el que eran ungidos con el óleo de la consagración los reyes, sacerdotes y profetas, ya que ellos prefiguraban a Cristo, cuyo nombre significa «el Ungido del Señor».
Con el santo crisma consagrado por el obispo, se ungen los nuevos bautizados y los confirmados son sellados, se ungen las manos de los presbíteros, la cabeza de los obispos y la iglesia y el altar en su dedicación. Con el óleo de los catecúmenos, estos se preparan y se disponen al bautismo. Con el óleo de los enfermos, estos reciben alivio en su enfermedad.
Del mismo modo se significa con el santo crisma que los cristianos, injertados por el bautismo en el Misterio pascual de Cristo, han muerto, han sido sepultados y resucitados con él, participando de su sacerdocio real y profético, y recibiendo por la confirmación la unción espiritual del Espíritu Santo que se les da.
Con el óleo de los catecúmenos se extiende el efecto de los exorcismos, pues los bautizados reciben la fuerza para que puedan renunciar al diablo y al pecado, antes de que se acerquen y renazcan de la fuente de la vida.
El óleo de los enfermos, cuyo uso atestigua Santiago, remedia las dolencias de alma y cuerpo de los enfermos, para que puedan soportar y vencer con fortaleza el mal y conseguir el perdón de los pecados.
La bendición del óleo de los enfermos y del óleo de los catecúmenos, así como la consagración del crisma, ordinariamente se hacen por el obispo el día de Jueves Santo, en la misa propia que se celebra por la mañana, siguiendo el orden establecido en el Pontifical Romano.
3. Pero si el clero y el pueblo tienen dificultad para reunirse con el obispo en este día, la misa crisma! se puede anticipar a otro día, pero cercano a la Pascua.
4. La materia apta del sacramento es el óleo de las olivas u, oportunamente, otro aceite vegetal.
El crisma se confecciona con óleo y aromas o esencias aromáticas.
El obispo puede preparar el crisma privadamente antes de la celebración o bien dentro de la misma acción litúrgica. 
La consagración del crisma es de competencia exclusiva del obispo.
El óleo de los catecúmenos es bendecido por el obispo, juntamente con los otros óleos, en la misa crismal.
Sin embargo, fa facultad de bendecir el óleo de los catecúmenos se concede a los sacerdotes, cuando en el bautismo de adultos deben hacer la unción en la correspondiente etapa del catecumenado.
El óleo para la unción de los enfermos debe estar bendecido por el obispo o por un sacerdote que por derecho propio o por peculiar concesión de la Santa Sede goce de esta facultad.
Por derecho propio pueden bendecir el óleo de los enfermos:
a) El que, por derecho, se equipara al obispo diocesano.
b) Cualquier sacerdote, en caso de verdadera necesidad.
5. Según la costumbre tradicional de la liturgia latina, la bendición del óleo de los enfermos se hace antes de finalizar la plegaria eucarística, mientras que la bendición del óleo de los catecúmenos y la consagración del crisma se hacen después de fa comunión.
Pero por razones pastorales, está permitido hacer todo el rito de bendición después de la liturgia de la Palabra, observando el orden que se describe más adelante.
La preparación del obispo, de los concelebrantes y demás ministros, su entrada en la iglesia y todo lo que hacen desde el comienzo de la misa hasta el final de la liturgia de la Palabra, se realiza como en la misa estacional. Los diáconos que toman parte en la bendición de los óleos, se dirigen al altar delante de los presbíteros concelebrantes.
En esta misa no se dice Credo.
La oración de los fieles, que tiene formulario propio, está unida a la renovación d promesas sacerdotales.
Quienes comulgan en esta misa pueden volver a comulgar en la misa vespertina. 

Cosas que hay que preparar
Para la bendición de los óleos, además de lo necesario para la celebración de la misa estacional, prepárese lo siguiente:
En la sacristía o en otro lugar apto:
— las vasijas de los óleos;
— aromas para la confección del crisma, si el obispo quiere hacer la mezcla en la misma acción litúrgica;
— pan, vino y agua para la misa, que son llevados juntamente con los óleos antes de la preparación de los dones.
En el presbiterio:
— una mesa para colocar las ánforas de los óleos, dispuesta de tal manera que los fieles puedan ver y participar bien en toda la acción litúrgica;
— la sede para el obispo, si la bendición se hace ante el altar. 
CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA
Ritos iniciales y liturgia de la palabra
6. Antífona de entrada
Ap 1, 6
Jesucristo nos ha hecho reino y sacerdotes para Dios, su Padre. A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.
Se dice Gloria.
7. Oración colecta
OH Dios, que por la unción del Espíritu Santo
constituiste a tu Hijo Mesías y Señor,
concede, propicio,
a quienes hiciste partícipes de su consagración;
ser testigos de la redención en el mundo.
Por nuestro Señor Jesucristo.
8. Una vez proclamado el Evangelio, el obispo pronuncia la homilía, en la cual, a partir del texto de las lecturas de la liturgia de la Palabra, instruye al pueblo sobre la unción sacerdotal, exhorta a los presbíteros a conservar la fidelidad en su ministerio y les invita a renovar públicamente las promesas sacerdotales.
Renovación de las promesas sacerdotales
9. Acabada la homilía, el obispo dialoga con los presbíteros con estas o semejantes palabras:
Obispo:
Hijos amadísimos: En esta conmemoración anual del día en que Cristo confirió su sacerdocio a los apóstoles y a nosotros, ¿queréis renovar las promesas que hicisteis un día ante vuestro obispo y ante el pueblo santo de Dios?
Los presbíteros, conjuntamente, responden a la vez:
Sí, quiero.
Obispo:
¿Queréis uniros más fuertemente a Cristo y configuraros con él, renunciando a vosotros mismos y reafirmando la promesa de cumplir los sagrados deberes que, por amor a Cristo, aceptasteis gozosos el día de vuestra ordenación para el servicio de la Iglesia?
Presbíteros:
Sí, quiero.
Obispo:
¿Deseáis permanecer como fieles dispensadores de los misterios de Dios en la celebración eucarística y en las demás acciones litúrgicas, y desempeñar fielmente el ministerio de la predicación como seguidores de Cristo, cabeza y pastor, sin pretender los bienes temporales, sino movidos únicamente por el celo de las almas?
Presbíteros:
Sí, quiero.
Seguidamente, dirigiéndose al pueblo, el obispo prosigue:
Y ahora vosotros, hijos muy queridos, orad por vuestros presbíteros, para que el Señor derrame abundantemente sobre ellos sus bendiciones: que sean ministros fieles de Cristo sumo sacerdote, y os conduzcan a él, única fuente de salvación.
Pueblo:
Cristo, óyenos. Cristo, escúchanos.
Obispo:
Y rezad también por mí, para que sea fiel al ministerio apostólico confiado a mi humilde persona y sea imagen, cada vez más viva y perfecta, de Cristo sacerdote, buen pastor, maestro y siervo de todos.
Pueblo:
Cristo, óyenos. Cristo, escúchanos.
Obispo:
El Señor nos guarde en su caridad y nos conduzca a todos, pastores y grey, a la vida eterna.
Todos:
Amén.
10. No se dice Credo.
Liturgia eucarística
11. Oración sobre las ofrendas
Te pedimos, Señor,
que la eficacia de este sacrificio nos purifique del antiguo pecado, acreciente en nosotros la vida nueva y nos otorgue la plena salvación. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
12. Prefacio I de las ordenaciones (489).
13. Antífona de comunión
Sal 88,2
Cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
14. Oración después de la comunión
CONCÉDENOS, Dios todopoderoso,
que quienes han participado en tus sacramentos,
sean en el mundo buen olor de Cristo.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
15. La recepción de los santos óleos en cada parroquia puede hacerse antes de la celebración de la misa vespertina de la Cena del Señor o en otro momento oportuno.

RITO DE LA BENDICIÓN DE LOS ÓLEOS
Y CONSAGRACIÓN DEL SANTO CRISMA
Procesión de ofrendas
Después de la renovación de las promesas sacerdotales, los diáconos y ministros designados llevan los óleos, o, en su defecto, algunos presbíteros y ministros, o bien los mismos fieles que presentan el pan, el vino y el agua, se dirigen ordenadamente a la sacristía o al lugar donde se han dejado preparados los óleos y las otras ofrendas. Al volver al altar, lo hacen de este modo: en primer lugar, el ministro que lleva el recipiente con los aromas, si es que el obispo quiere hacer él mismo la mezcla del crisma; después, otro ministro con la vasija del óleo de los catecúmenos; seguidamente, otro con la vasija del óleo de los enfermos. El óleo para el crisma es llevado en último lugar por un diácono o un presbítero. A ellos les siguen los ministros que llevan el pan, el vino y el agua para la celebración eucarística.
Al avanzar la procesión por la iglesia, la schola canta el himno O Redemptor u otro canto apropiado, respondiendo toda la asamblea, en lugar del canto de ofertorio.
Himno
O Redémptor sume carmen
Temet concinéntium.
Arbor feta alma luce
Hoc sacrándum prótulit,
Fert hoc prona præsens turba
Salvatóri sǽculi.

Consecráre tu dignáre,
Rex perénnis pátriæ,
Hoc olívum, signum vivum,
Iura contra dǽmonum.

Ut novétur sexus omnis
Unctióne chrísmatis:
Ut sanétur sauciáta
Dignitátis glória.

Lota mente sacro fónte
Aufugántur crímina,
Uncta fronte sacrosáncta
Influunt charísmata.

Corde natus ex Paréntis
Alvum implens Vírginis,
Præsta lucem, claude mortem
Chrísmatis consórtibus.

Sit hæc dies festa nobis,
Sæculórum sǽculis
sit sacráta digna laude,
nec senescat témpore.
Cuando llegan al altar o a la sede, el obispo recibe los dones. El diácono que lleva la vasija para el santo crisma se la presenta al obispo, diciendo en voz alta: Oleo para el santo crisma; el obispo la recibe y se la entrega a uno de los diáconos que le ayudan, el cual la coloca sobre la mesa que se ha preparado. Lo mismo hacen los que llevan las vasijas para el óleo de los enfermos y de los catecúmenos. El primero dice: Óleo de los enfermos; el otro: Óleo de los catecúmenos. El obispo recibe ambas vasijas, y los ministros las colocan sobre la mesa que se ha preparado.
La misa se desarrolla como en el rito de la concelebración, hasta el final de la plegaria eucarística, a no ser que todo el rito de la bendición se tenga inmediatamente. En este caso, todo se dispone según se describirá más adelante. 
Bendición del óleo de los enfermos
Antes de que el obispo diga: Por Cristo, Señor nuestro, por quien sigues creando todos los bienes... en la plegaria eucarística I, o antes de la doxología Por Cristo, con él y en él en las otras plegarias eucarísticas, el que llevó la vasija del óleo de los enfermos, la lleva cerca del altar y la sostiene delante del obispo, mientras bendice el óleo de los enfermos, diciendo esta oración: 
SEÑOR Dios, Padre de todo consuelo,
que has querido sanar las dolencias de los enfermos
por medio de tu Hijo,
escucha con amor la oración de nuestra fe
y derrama desde el cielo tu Espíritu Santo Paráclito
sobre este óleo.

Tú que has hecho que el leño verde del olivo
produzca aceite abundante para vigor de nuestro cuerpo ,
enriquece con tu bendición  este óleo,
para que cuantos sean ungidos con él
sientan en su cuerpo y alma tu divina protección
y experimenten alivio en sus enfermedades y dolores.
Que por tu acción, Señor, este aceite sea para nosotros
óleo santo, en nombre de Jesucristo nuestro Señor.
[Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
R∫. Amén.]
La conclusión Él, que vive y reina se dice solamente cuando la bendición se hace fuera de la plegaria eucarística. 
Acabada la bendición, la vasija del óleo de los enfermos se lleva de nuevo a su lugar, y la misa prosigue hasta después de la comunión.
Bendición del óleo de los catecúmenos
Dicha la oración después de la comunión, los ministros colocan las vasijas con los óleos que se han de bendecir y consagrar sobre una mesa que se ha dispuesto oportunamente en medio del presbiterio. El obispo, teniendo a ambos lados suyos a los presbíteros concelebrantes, que forman un semicírculo, y a los otros ministros detrás de él, procede a la bendición del óleo de los catecúmenos y a la consagración del crisma. 
Estando todo dispuesto, el obispo, de pie y cara al pueblo, con las manos extendidas, dice la siguiente oración: 
SEÑOR Dios, fuerza y defensa de tu pueblo,
que has hecho del aceite un símbolo de vigor,
dígnate bendecir  este óleo
y concede tu fortaleza
a los catecúmenos que han de ser ungidos con él,
para que al aumentar en ellos
el conocimiento de las realidades divinas
y la valentía en el combate de la fe,
vivan más hondamente el evangelio de Cristo,
emprendan animosos la tarea cristiana,
y, admitidos entre tus hijos de adopción,
gocen de la alegría de sentirse renacidos
y de formar parte de la Iglesia. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R∫. Amén. 
Consagración del crisma
Seguidamente el obispo derrama los aromas sobre el óleo y confecciona el crisma en silencio, a no ser que ya estuviese preparado de antemano.
Una vez hecho esto, dice la siguiente invitación a orar:
Hermanos: pidamos a Dios, Padre todopoderoso, que se digne bendecir y santificar este ungüento para que aquellos cuyos cuerpos van a ser ungidos con él, sientan interiormente la unción de la bondad divina y sean dignos de los frutos de la redención. 
Entonces el obispo, oportunamente, sopla sobre la boca de la vasija del crisma, y con las manos extendidas dice una de las siguientes oraciones de consagración:
I
SEÑOR Dios, autor de todo crecimiento
y de todo progreso espiritual:
recibe complacido la acción de gracias
que gozosamente, por nuestro medio,
te dirige la Iglesia.

Al principio del mundo,
tú mandaste que de la tierra brotasen árboles
que dieran fruto,
y entre ellos, el olivo
que ahora nos suministra el aceite
con el que hemos preparado el santo crisma.

Ya David, en los tiempos antiguos,
previendo con espíritu profético
los sacramentos que tu amor instituiría
en favor de los hombres,
nos invitaba a ungir nuestros rostros con óleo
en señal de alegría.

También, cuando en los días del diluvio
las aguas purificaron de pecado la tierra,
una paloma, signo de la gracia futura,
anunció con un ramo de olivo
la restauración de la paz entre los hombres.

Y en los últimos tiempos,
el símbolo de la unción alcanzó su plenitud:
después que el agua bautismal lava los pecados,
el óleo santo consagra nuestros cuerpos
y da paz y alegría a nuestros rostros.
Por eso, Señor, tú mandaste a tu siervo Moisés
que, tras purificar en el agua a su hermano Aarón,
lo consagrase sacerdote con la unción de este óleo.

Todavía alcanzó la unción mayor grandeza
cuando tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo,
después de ser bautizado por Juan en el Jordán,
recibió el Espíritu Santo en forma de paloma
y se oyó tu voz declarando que él era tu Hijo, el Amado,
en quien te complacías plenamente.
De este modo se hizo manifiesto
que David ya hablaba de Cristo cuando dijo:
«El Señor, tu Dios, te ha ungido con aceite de júbilo
entre todos tus compañeros».
Todos los concelebrantes, en silencio, extienden la mano derecha hacia el crisma, y la mantienen así hasta el final de la oración. 
A la vista de tantas maravillas,
te pedimos, Señor,
que te dignes santificar con tu bendición  este óleo
y que, con la cooperación de Cristo, tu Hijo,
de cuyo nombre le viene a este óleo el nombre de crisma,
infundas en él la fuerza del Espíritu Santo
con la que ungiste a sacerdotes, reyes, profetas y mártires
y hagas que este crisma
sea sacramento de la plenitud de la vida cristiana
para todos los que van a ser renovados
por el baño espiritual del bautismo;
haz que los consagrados por esta unción,
libres del pecado en que nacieron,
y convertidos en templo de tu divina presencia,
exhalen el perfume de una vida santa;
que, fíeles al sentido de la unción,
vivan según su condición de reyes, sacerdotes y profetas
y que este óleo sea
para cuantos renazcan del agua y del Espíritu Santo,
crisma de salvación,
les haga partícipes de la vida eterna
y herederos de la gloria celestial.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R∫. Amén.
O bien esta oración: 
II
SEÑOR Dios, fuente de la vida y autor de los sacramentos:
te damos gracias porque en tu bondad inefable
anunciaste en la Antigua Alianza
el misterio de la santificación por la unción con el óleo,
y lo llevaste a plenitud, al llegar los últimos tiempos,
en Cristo, tu Hijo amado;
pues cuando Cristo, nuestro Señor,
salvó al mundo por el Misterio pascual,
quiso derramar sobre la Iglesia
la abundancia del Espíritu Santo
y la enriqueció con sus dones celestiales,
para que en el mundo se realizase plenamente,
por medio de la Iglesia,
la obra de la salvación.

Por eso, Señor, en el sacramento del crisma
concedes a los hombres el tesoro de tus gracias
y haces que tus hijos
renacidos por el agua bautismal
reciban fortaleza en la unción del Espíritu Santo
y, hechos a imagen de Cristo, tu Hijo,
participen de su misión profética, sacerdotal y real. 
Todos los concelebrantes, en silencio, extienden la mano derecha hacia el crisma, y la mantienen así hasta el final de la oración.
Por tanto, te pedimos, Señor,
que mediante el poder de tu gracia
hagas que esta mezcla de aceite y perfume
sea para nosotros instrumento y signo de tus  bendiciones; 
derrama sobre nuestros hermanos,
cuando sean ungidos con este crisma,
la abundancia de los dones del Espíritu Santo,
y que los lugares y objetos
consagrados por este óleo
sean para tu pueblo motivo de santificación.
Pero ante todo, Señor, te suplicamos
que por medio del sacramento del crisma
hagas crecer a tu Iglesia
en el número y santidad de sus hijos,
hasta que, según la medida de Cristo,
alcance aquella plenitud
en la que tú, en el esplendor de tu gloria,
junto con tu Hijo
y en la unidad del Espíritu Santo,
lo serás todo en todos
por los siglos de los siglos.
R∫. Amén. 
Cuando todo el rito de la bendición de los óleos se realiza después de la liturgia de la Palabra, acabada la renovación de las promesas sacerdotales y la procesión de ofrendas, el obispo con los concelebrantes se acerca a la mesa donde se va a tener la bendición de los óleos de los catecúmenos y de los enfermos, y la consagración del crisma. Todo se hace según se ha escrito más arriba. 
Dada la bendición conclusiva de la misa, el obispo pone y bendice el incienso en el incensario y se organiza la procesión hacia la sacristía después de que el diácono dece: Podéis ir en paz. 
Los óleos bendecidos son llevados por sus ministros inmediatamente después de la cruz. La «schola» o el pueblo cantan algunos versos del himno «O Redemptor» u otro canto apropiado.
En la sacristía, el obispo, oportunamente, puede advertir a los presbíteros cómo hay que tratar y venerar los óleos, y también cómo hay que conservarlos cuidadosamente.
SANTO TRIDUO PASCUAL
1. La Iglesia celebra solemnemente los más grandes misterios de nuestra redención en el Triduo sacro, haciendo memoria de su Señor crucificado, sepultado y resucitado, con celebraciones especiales.
Se ha de observar también en todas partes un ayuno pascual el Viernes en la Pasión del Señor que, si parece oportuno, se prolongue el Sábado Santo, para llegar con ánimo bien dispuesto al gozo del domingo de Resurrección.
2. Para celebrar debidamente el Triduo sacro se requiere un número conveniente de ministros laicos, que deben ser adecuadamente instruidos en aquellas cosas que les corresponde realizar.
El canto del pueblo, de los ministros y del sacerdote celebrante tiene una importancia especial en las celebraciones de estos días; pues los textos alcanzan su máxima fuerza cuando se cantan. Por consiguiente, no dejen los pastores de explicar a los fieles, del mejor modo que puedan, el sentido y desarrollo de las celebraciones, y prepararlos para una participación activa y fructuosa.
3. Las celebraciones del Triduo sacro háganse en las iglesias catedrales y parroquiales, y solamente en aquellas en las que puedan desarrollarse dignamente, esto es, con asistencia de fieles, con número suficiente de ministros y con posibilidad de cantar al menos algunas partes. 
Conviene, por tanto, que las pequeñas comunidades, asociaciones y pequeños grupos particulares de cualquier tipo, se reúnan en estas iglesias para realizar las celebraciones sagradas de una forma más noble. 
JUEVES SANTO EN LA CENA DEL SEÑOR
Misa vespertina
1. Por la tarde, en la hora más oportuna, se celebra la misa de la Cena del Señor, en la que participa plenamente toda la comunidad local y en la que todos los sacerdotes y ministros ejercen su propio oficio.
2. Pueden concelebrar todos los sacerdotes aunque en este día hayan celebrado la misa crismal o deban celebrar otra misa para el bien de los fieles.
3. Donde lo exija el bien pastoral, el ordinario del lugar puede permitir la celebración de otra misa, por la tarde, en las iglesias u oratorios públicos o semipúblicos, y en caso de verdadera necesidad, incluso por la mañana, pero solamente para los fieles que de ningún modo puedan participar en la misa vespertina.
Cuídese que estas misas no se celebren solamente para bien de personas privadas o pequeños grupos particulares y que nada perjudique la misa vespertina.
4. La sagrada comunión solamente se puede distribuir a los fieles dentro de la misa; a los enfermos se les puede llevar a cualquier hora del día.
5. Adórnese con flores el altar con la moderación conveniente al carácter de este día. El sagrario ha de estar completamente vacío; se ha de consagrar en esta misa suficiente pan para que el clero y el pueblo puedan comulgar hoy y mañana.
6. Antífona de entrada
Cf. Gal 6, 14
Nosotros hemos de gloriarnos en la cruz de nuestro Señor Jesucristo: en él está nuestra salvación, vida y resurrección, él nos ha salvado y liberado.
7. Se dice Gloria. Mientras se canta el himno, se hacen sonar las campanas, que ya no se vuelven a tocar hasta la Vigilia pascual, a no ser que el obispo diocesano juzgue oportuno establecer otra cosa. Así mismo durante este tiempo puede usarse el órgano y otros instrumentos musicales solo para sostener el canto otra cosa.
8. Oración colecta
OH, Dios,
al celebrar la Cena santísima
en la que tu Unigénito,
cuando iba a entregarse a la muerte,
confió a la Iglesia el sacrificio nuevo y eterno
y el banquete de tu amor,
te pedimos alcanzar,
de tan gran misterio,
la plenitud de caridad y de vida.
Por nuestro Señor Jesucristo.
9. Después de la proclamación del Evangelio, el sacerdote pronuncia la homilía, en la cual se comentan los grandes misterios que se celebran en esta misa: la institución de la sagrada Eucaristía y del orden sacerdotal, y el mandato del Señor sobre la caridad fraterna.
Lavatorio de los pies
10. Terminada la homilía, se procede al lavatorio de los pies donde lo aconseje el bien pastoral.
11. Los varones que han sido designados de entre el pueblo de Dios, acompañados por los ministros, van a ocupar los asientos preparados para ellos. El sacerdote (dejada la casulla, si es necesario) se acerca a cada uno y, con la ayuda de los ministros, vierte agua sobre los pies y se los seca.
12. Mientras tanto se canta alguna de las siguientes antífonas o algún otro canto apropiado.
Antífona 1
Cf. Jn 13, 4. 5. 15 
El Señor, después de levantarse de la Cena, echó agua en la jofaina y se puso a lavarles los pies a los discípulos. Este fue el ejemplo que les dejó.
Antífona 2
Cf. Jn 13, 12. 13. 15
El Señor Jesús, después de haber cenado con sus discípulos, les lavó los pies y les dijo: «¿Comprendéis lo que yo, Señor y Maestro, he hecho con vosotros? Os he dado ejemplo para que vosotros también lo hagáis».
Antífona 3
Cf. Jn 13, 6. 7. 8
R∫. Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?
Jesús le contestó: «Si no te lavo los pies, no tienes nada que ver conmigo».
V∫. Llega a Simón Pedro y este le dice: R∫.
V∫. «Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo entenderás más tarde». R∫.
Antífona 4
Cf. Jn 13, 14 
Si yo, vuestro Señor y Maestro, os he lavado los pies, cuánto más vosotros debéis lavaros los pies unos a otros.
Antífona 5
Cf. Jn 13, 35
«En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros».
V∫. Dijo Jesús a sus discípulos: R∫.
Antífona 6
Cf. Jn 13, 34
Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros, como yo os he amado, dice el Señor.
Antífona 7
1 Cor 13, 13
R∫. Permanezcan en vosotros la fe, la esperanza y el amor, estas tres: la más grande es el amor.
V∫. Ahora quedan la fe, la esperanza, el amor, estas tres: la más grande es el amor. R∫.
13. Inmediatamente después del lavatorio de los pies el sacerdote se lava y seca las manos, vuelve a ponerse la casulla y va a la sede desde la que dirige la oración universal.
No se dice Credo.
Liturgia eucarística
14. Al comienzo de la liturgia eucarística puede organizarse una procesión de los fieles en la cual, con el pan y el vino, se pueden presentar dones para los pobres. 
Mientras tanto, se canta el siguiente himno u otro canto apropiado.
Ubi cáritas est vera, Deus ibi est.
Congregávit nos in unum Christi amor.
Exultémus et in ipso iucundémur.
Timeámus et amémus Deum vivum.
Et ex corde diligámus nos sincéro.

Ubi cáritas est vera, Deus ibi est.
Simul ergo cum in unum congregámur:
Ne nos mente dividámur, caveámus.
Cessent iúrgia malígna, cessent lites.
Et in médio nostri sit Christus Deus.

Ubi cáritas est vera, Deus ibi est.
Simul quoque cum beátis videámus,
Gloriánter vultum tuum, Christe Deus:
Gáudium, quod est imménsum, atque probum,
Sǽcula per infinita sæculórum. Amen.
15. Oración sobre las ofrendas
CONCÉDENOS, Señor,
participar dignamente en estos sacramentos,
pues cada vez que se celebra
el memorial del sacrificio de Cristo,
se realiza la obra de nuestra redención. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
15. Prefacio
EL SACRIFICIO Y EL SACRAMENTO DE CRISTO
Texto musicalizado en Apéndice I (1169).
V∫. El Señor esté con vosotros. R∫.
V∫. Levantemos el corazón. R∫.
V∫. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R∫.
EN verdad es justo darte gracias, 
es nuestro deber y salvación 
darte gracias siempre y en todo lugar, 
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, 
por Cristo, Señor nuestro.

El cual, verdadero y único sacerdote,
al instituir el sacrificio de la eterna alianza, 
se ofreció a sí mismo como víctima de salvación, 
y nos mandó perpetuar esta ofrenda en memoria suya. 
Su carne, inmolada por nosotros, 
es alimento que nos fortalece; 
su sangre, derramada por nosotros, 
es bebida que nos purifica.

Por eso, con los ángeles y los arcángeles 
con los tronos y dominaciones,
y con todos los coros celestiales, 
cantamos sin cesar el himno de tu gloria:

Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. 
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.
17. I. Cuando se utiliza el Canon romano se hace todo como se indica en los nn. 18ss.
II. Cuando se utiliza la plegaria eucarística II, en el relato de la institución se dice El cual, en esta misma noche, cuando iba a ser entregado a su pasión (540)
III. Cuando se utiliza la plegaria eucarística II, en el relato de la institución se dice habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo los amó hasta el extremo y, mientras cenaba con sus discípulos (549)
18. El sacerdote, con las manos extendidas, dice
CP
PADRE misericordioso,
te pedimos humildemente 
por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor,
Junta las manos y dice:
que aceptes
Traza el signo de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente, diciendo:
y bendigas estos  dones, 
este sacrificio santo y puro que te ofrecemos
Con las manos extendidas, prosigue:
ante todo, por tu Iglesia santa y católica, 
para que le concedas la paz, la protejas,
la congregues en la unidad 
y la gobiernes en el mundo entero, 
con tu servidor el Papa N.
con nuestro obispo N.,
✦ Aquí se puede hacerse mención del  los obispos coadjutores o auxiliares.
con el obispo coadjutor (auxiliar) N.
o bien:
y sus obispos auxiliares
✦✦ El obispo, cuando celebra en su diócesis, dice:
conmigo, indigno siervo tuyo,
o bien, cuando celebra un obispo que no es el ordinario diocesano, dice:
con mi hermano N., Obispo de esta Iglesia de N.,
conmigo, indigno siervo tuyo,
y todos los demás Obispos que, fieles a la verdad, 
promueven la fe católica y apostólica.
19. CONMEMORACIÓN DE LOS VIVOS
C1 Acuérdate, Señor, de tus hijos N. y N.,
Junta las manos y ora unos momentos por quienes tiene intención de orar.
Después, con las manos extendidas, prosigue:
y de todos los aquí reunidos, 
cuya fe y entrega bien conoces;
por ellos y todos los suyos,
por el perdón de sus pecados
y la salvación que esperan, 
te ofrecemos, y ellos mismos te ofrecen, 
este sacrificio de alabanza, 
a ti, eterno Dios, vivo y verdadero.
20. CONMEMORACIÓN DE LOS SANTOS
C2 Reunidos en comunión con toda la Iglesia,
para celebrar el día santo
en que nuestro Señor Jesucristo
fue entregado por nosotros
veneramos la memoria, 
ante todo, de la gloriosa siempre Virgen María, 
Madre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor;
la de su esposo, San José;
la de los santos apóstoles y mártires 
Pedro y Pablo, Andrés, 
[Santiago y Juan, 
Tomás, Santiago y Felipe, 
Bartolomé, Mateo, Simón y Tadeo;
Lino, Cleto, Clemente, 
Sixto, Cornelio, Cipriano, 
Lorenzo, Crisógono, 
Juan y Pablo, 
Cosme y Damián,] 
y la de todos los santos; 
por sus méritos y oraciones 
concédenos en todo tu protección.
[Por Cristo nuestro Señor. Amén.]
21. Con las manos extendidas prosigue:
CP † Acepta, Señor, en tu bondad, 
esta ofrenda de tus siervos 
y de toda tu familia santa;
que te presentamos en el día mismo
en que nuestro Señor Jesucristo
encomendó a sus discípulos
la celebración del sacramento
de su Cuerpo y de su Sangre;
ordena en tu paz nuestros días, 
líbranos de la condenación eterna 
y cuéntanos entre tus elegidos.
Junta las manos.
[Por Cristo nuestro Señor. Amén.]
22. Extendiendo las manos sobre las ofrendas, dice:
CC Bendice y santifica esta ofrenda, Padre,
haciéndola perfecta, espiritual y digna de ti, 
que se convierta para nosotros 
en el Cuerpo y Sangre de tu Hijo amado, 
Jesucristo, nuestro Señor.
Junta las manos.
23. En las fórmulas que siguen, las palabras del Señor han de pronunciarse claramente y con precisión, como lo requiere la naturaleza de las mismas palabras.
El cual, hoy,
la víspera de padecer por nuestra salvación
y la de todos los hombres,
Toma el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó pan en sus santas y venerables manos,
Eleva los ojos.
y elevando los ojos al cielo, 
hacia ti, Dios Padre suyo todopoderoso, 
dando gracias te bendijo, 
lo partió 
y lo dio a sus discípulos diciendo:
Se inclina un poco.
TOMAD Y COMED TODOS DE ÉL,
PORQUE ESTO ES MI CUERPO,
QUE SERÁ ENTREGADO POR VOSOTROS.
Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora, haciendo genuflexión.
24. Después prosigue:
Del mismo modo, acabada la cena,
Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó este cáliz glorioso 
en sus santas y venerables manos, 
dando gracias te bendijo 
y lo dio a sus discípulos diciendo:
Se inclina un poco.
TOMAD Y BEBED TODOS DE ÉL,
PORQUE ESTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE,
SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA,
QUE SERÁ DERRAMADA
POR VOSOTROS Y POR MUCHOS
PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS.
HACED ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA.
Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y lo adora, haciendo genuflexión.
25. Luego dice una de las siguiente fórmulas:
CP Este es el Misterio de la fe. 
O bien:
Este es el Sacramento de nuestra fe.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Anunciamos tu muerte, 
proclamamos tu resurrección. 
¡Ven, Señor Jesús!
O bien:
CP Aclamemos el Misterio de la fe.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Cada vez que comemos de este pan 
y bebemos de este cáliz, 
anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas.
O bien:
CP Proclamemos el Misterio de la fe. 
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Sálvanos, Salvador del mundo,
que nos has liberado por tu cruz y resurrección.
26. Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice:
CC Por eso, Padre, 
nosotros, tus siervos,
  y todo tu pueblo santo, 
al celebrar este memorial
de la muerte gloriosa de Jesucristo,
tu Hijo, nuestro Señor; 
de su santa resurrección del lugar de los muertos 
y de su admirable ascensión a los cielos, 
te ofrecemos, Dios de gloria y majestad, 
de los mismos bienes que nos has dado, 
el sacrificio puro, inmaculado y santo; 
pan de vida eterna
y cáliz de eterna salvación.

27. Mira con ojos de bondad esta ofrenda: 
y acéptala, 
como aceptaste los dones del justo Abel, 
el sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe, 
y la oblación pura 
de tu sumo sacerdote Melquisedec,
28. Inclinado, con las manos juntas prosigue:
Te pedimos humildemente, Dios todopoderoso, 
que esta ofrenda sea llevada a tu presencia, 
hasta el altar del cielo, 
por manos tu ángel,
para que cuantos recibimos  el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo,
al participar aquí de este altar,
Se endereza y se signa diciendo:
seamos colmados de gracia y bendición.
Junta las manos
[Por Cristo nuestro Señor. Amén.]
29. CONMEMORACIÓN DE LOS DIFUNTOS
Con las manos extendidas dice:
C3 Acuérdate también, Señor, 
de tus hijos [N. N.]
que nos han precedido con el signo de la fe 
y duermen ya el sueño de la paz.
Junta las manos y ora unos momentos por los difuntos por quienes tiene intención de orar.
Después, con las manos extendidas, prosigue:
A ellos, Señor, y a cuantos descansan en Cristo, 
concédeles el lugar del consuelo, 
de la luz y de la paz.
Junta las manos:
[Por Cristo nuestro Señor. Amén.]
30. Con la mano derecha se golpea el pecho, diciendo:
C4 Y a nosotros, pecadores, siervos tuyos,
Con las manos extendidas prosigue:
que confiamos en tu infinita misericordia, 
admítenos en la asamblea
de los santos apóstoles y mártires 
Juan el Bautista, Esteban, 
Matías y Bernabé, 
[Ignacio, Alejandro, 
Marcelino y Pedro, 
Felicidad y Perpetua, 
Águeda, Lucía, 
Inés, Cecilia y Anastasia]
y de todos los santos; 
y acéptanos en su compañía, 
no por nuestros méritos, 
sino conforme a tu bondad.
Junta las manos
Por Cristo, Señor, nuestro,
31. Y continúa:
por quien sigues creando todos los bienes, 
los santificas, los llenas de vida, los bendices
y los repartes entre nosotros.
119. Toma la patena con el pan consagrado y el cáliz y, sosteniéndolos elevados, dice:
CP Por Cristo, con él y en él, 
  o a ti, Dios Padre omnipotente, 
CC en la unidad del Espíritu Santo, 
todo honor y toda gloria 
por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama: 
Amén.
Después sigue el rito de comunión (567).
33. Oportunamente, el sacerdote, en el momento de la comunión, entrega la Eucaristía tomada de la mesa del altar, a los diáconos, acólitos u otros ministros extraordinarios, para que seguidamente sea llevada a los enfermos que han de comulgar en casa.
34. Antífona de comunión
Cf. 1Cor 11, 24. 25
Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, dice el Señor; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.
35. Acabada la distribución de la comunión, se deja sobre el altar la píxide con pan consagrado para la comunión del día siguiente. La misa acaba con la oración después de la comunión.
36. Oración después de la comunión
DIOS todopoderoso,
alimentados en el tiempo
por la Cena de tu Hijo,
concédenos, de la misma manera,
merecer ser saciados
en el banquete eterno. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Traslado del Santísimo Sacramento
37. Dicha la oración después de la comunión, el sacerdote, de pie, pone incienso en el incensario, y de rodillas, inciensa tres veces el Santísimo Sacramento. Después, poniéndose el paño de hombros de color blanco, se levanta, toma en sus manos la píxide y la cubre con el extremo del humeral.
38. Se organiza la procesión, en la que, en medio de cirios e incienso, se lleva el Santísimo Sacramento por la iglesia hasta el lugar de la reserva, preparada en alguna parte de la iglesia o en alguna capilla convenientemente ornamentada. Va delante un ministro laico con la cruz, en medio de otros dos con cirios encendidos.  Le siguen otros llevando velas encendidas. Delante del sacerdote que lleva el Santísimo Sacramento va el turiferario con el incensario humeante. Mientras tanto, se canta el himno Pange lingua, en castellano: Que la lengua humana (excepto las dos últimas estrofas) u otro canto eucarístico.
39. Cuando la procesión ha llegado al lugar de la reserva, el sacerdote, con la ayuda del diácono si es necesario, deposita la píxide en el tabernáculo, dejando la puerta abierta. A continuación, después de poner incienso, de rodillas, inciensa el Santísimo Sacramento, mientras se canta el Tantum ergo, en castellano: Adorad postrados, u otro canto eucarístico. Después, el diácono o el mismo sacerdote, cierra la puerta del sagrario.
40. Después de un tiempo de adoración en silencio, el sacerdote y los ministros, hecha la genuflexión, vuelven a la sacristía.
41. Oportunamente se despoja el altar y se quitan, si es posible, las cruces de la iglesia. Si quedan algunas cruces en la iglesia, conviene que se cubran con un velo.
42. Los que han participado en la misa vespertina no celebran las Vísperas.
43. Exhórtese a los fieles a que dediquen algún tiempo de esta noche, según las circunstancias y costumbres de cada lugar, a la adoración del Santísimo Sacramento. Esta adoración, con todo, si se prolonga más allá de la medianoche debe hacerse sin solemnidad.
44. Si en la misma iglesia no se celebra al día siguiente el Viernes Santo de la Pasión del Señor, la misa se concluye del modo acostumbrado y se guarda en el tabernáculo el Santísimo Sacramento.


VIERNES SANTO EN LA PASIÓN DEL SEÑOR
1. Según una antiquísima tradición, la Iglesia no celebra ningún sacramento ni en este día ni en el siguiente, excepto el de la Penitencia y la Unción de Enfermos.
2. En este día la sagrada comunión se distribuye a los fieles únicamente dentro de la celebración de la Pasión del Señor; pero a los enfermos que no puedan participar dicha celebración, se les puede llevar a cualquier hora del día.
3. El altar debe estar desnudo por completo: sin cruz, sin candelabros y sin manteles.
Celebración de la Pasión del Señor
4. Después del mediodía, cerca de las tres, a no ser que por razones pastorales se elija una hora más tardía, tiene lugar la celebración de la Pasión del Señor, que consta de tres partes: liturgia de la Palabra, adoración de la Cruz y sagrada comunión.
5. El sacerdote, y el diácono si lo hay, revestidos de color rojo como para la misa, se dirigen en silencio al altar, y, hecha la reverencia al mismo, se postran rostro en tierra o, si se juzga mejor, se arrodillan, y oran en silencio durante algún espacio de tiempo.
6. Después el sacerdote, con los ministros, se dirige a la sede, donde, vuelto hacia el pueblo, que está de pie, con las manos juntas, dice una de las siguientes oraciones din decir la invitación: Oremos.
Oración
RECUERDA, Señor, tus misericordias,
y santifica a tus siervos con tu eterna protección,
pues Jesucristo, tu Hijo, por medio de su sangre
instituyó en su a favor el Misterio pascual. 
Él, que vive y reina contigo. 
R∫. Amén.
O bien:
OH, Dios,
que por la pasión de tu Hijo,
nuestro Señor Jesucristo,
has destruido la muerte,
herencia del antiguo pecado que alcanza a toda las humanidad,
concédenos que, semejantes a él,
llevemos la imagen del hombre celestial
por la acción santificadora de tu gracia,
así como grabada la imagen del hombre terreno
por exigencia de la naturaleza.
Por Jesucristo, nuestro Señor. 
R∫. Amén.
Primera parte:
LITURGIA DE LA PALABRA
7. Luego todos se sientan y se proclama la lectura del profeta Isaías (52, 13 — 53, 12) con su salmo.
8. A esta lectura sigue la carta a los Hebreos (4, 14-16; 5, 7-9) y el canto antes del Evangelio.
9. Finalmente se lee la historia de la Pasión del Señor según san Juan (18, 1 — 19, 42) del mismo modo que el domingo precedente.
10. Después de la lectura de la Pasión es oportuno hacer una breve homilía, después de la cual el sacerdote puede exhortar a los fieles a orar durante un breve espacio de tiempo.
Oración universal
11. La liturgia de la Palabra se concluye con la oración universal, que se hace de esta manera: el diácono, si lo hay, o en su ausencia un ministro laico, de pie y desde el ambón, pronuncia las invitaciones que expresan la intención. Después todos oran en silencio durante un espacio de tiempo, y seguidamente el sacerdote, desde la sede o, si le parece más oportuno, desde el altar, con las manos extendidas dice la oración.
Los fieles pueden permanecer de rodillas o de pie durante todo el tiempo de las oraciones.
12. Antes de la oración del sacerdote se puede emplear, según la tradición, las invitaciones del diácono: Pongámonos de rodillas, y Podéis levantaros, con un espacio de oración en silencio que todos hacen arrodillados.
13. En una grave necesidad pública, el obispo diocesano puede permitir o mandar que se añada alguna intención especial.
I. POR LA SANTA IGLESIA
Oremos, hermanos, por la santa Iglesia de Dios, para que el Señor le dé la paz, la mantenga en la unidad, la proteja en todo la tierra, y a todos nos conceda una vida confiada y serena, para gloria de Dios, Padre todopoderoso.
Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el sacerdote:
DIOS todopoderoso y eterno,
que en Cristo manifiestas tu gloria
a todas las naciones,
vela solícito por la obra de tu amor,
para que tu Iglesia, extendida por todo el mundo,
persevere con fe inquebrantable
en la confesión de tu nombre. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R∫. Amén.
II. POR EL PAPA
Oremos también por nuestro santo padre el Papa N., para que Dios, que lo llamó para el orden episcopal, lo asista y proteja para bien de la Iglesia como guía del pueblo santo de Dios.
Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el sacerdote:
DIOS todopoderoso y eterno,
cuya sabiduría gobierna todas las cosas,
atiende bondadoso nuestras súplicas
y guarda en tu amor a quien has elegido como papa,
para que el pueblo cristiano,
gobernado por ti,
progrese siempre en la fe
bajo el cayado del mismo pontífice. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R∫. Amén.
III. POR TODOS LOS MINISTROS Y POR LOS FIELES
Oremos también por nuestro obispo N.[por el obispo coadjutor (auxiliar) N.o bien: por sus obispos auxiliares,] por todos los obispos, presbíteros, diáconos, por todos los que ejercen algún ministerio en la Iglesia y por todo el pueblo de Dios.
Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el sacerdote:
DIOS todopoderoso y eterno,
cuyo tu Espíritu santifica y gobierna
todo el cuerpo de la Iglesia,
escucha las súplicas
que te dirigimos por tus ministros,
para que con la ayuda de tu gracia,
todos te sirvan con fidelidad. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R∫. Amén.
IV. POR LOS CATECÚMENOS
Oremos también por los (nuestros) catecúmenos, para que Dios nuestro Señor les los oídos del espíritu y la puerta de la misericordia, de modo que, recibida la remisión de todos los pecados por el baño de la regeneración, sean incorporados a Jesucristo, nuestro Señor.
Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el sacerdote:
DIOS todopoderoso y eterno,
que haces fecunda a tu Iglesia,
dándole constantemente nuevos hijos,
acrecienta la fe y la sabiduría
en los (nuestros) catecúmenos,
para que, al renacer en la fuente bautismal,
sean contados entre tus hijos de adopción. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R∫. Amén.
V. POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS
Oremos también por aquellos los hermanos que creen en Cristo, para que Dios nuestro Señor asista y congregue en una sola Iglesia a cuantos viven de acuerdo con la verdad.
Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el sacerdote:
DIOS todopoderoso y eterno,
que vas reuniendo a tus hijos dispersos
y velas por la unidad ya lograda,
mira con amor a la grey de tu Hijo,
para que la integridad de la fe
y el vínculo de la caridad
congregue a cuantos consagró un solo bautismo. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R∫. Amén.
VI. POR LOS JUDÍOS
Oremos también por el pueblo judío, el primero a quien habló el Señor Dios nuestro, para que acreciente en ellos el amor a su nombre y la fidelidad a la alianza.
Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el sacerdote:
DIOS todopoderoso y eterno,
que confiaste tus promesas a Abraham y a su descendencia, escucha con piedad las súplicas de tu Iglesia,
para que el pueblo de la primera alianza
llegue a conseguir en plenitud de la redención. 
Por Jesucristo, nuestro Señor. 
R∫. Amén.
VII. POR LOS QUE NO CREEN EN CRISTO
Oremos también por los que no creen en Cristo, para que, iluminados por el Espíritu Santo, puedan encontrar el camino de la salvación.
Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el sacerdote:
DIOS todopoderoso y eterno,
concede a quienes no creen en Cristo
encontrar la verdad
al caminar en tu presencia con sincero corazón,
y a nosotros, deseosos de ahondar en el misterio de la vida,
ser ante al mundo testigos más convincentes de tu amor
y crecer en la caridad fraterna. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R∫. Amén.
VIII. POR LOS QUE NO CREEN EN DIOS
Oremos también por los que no conocen a Dios, para que merezcan llegar a él por la rectitud y sinceridad de su vida.
Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el sacerdote:
DIOS todopoderoso y eterno,
que creaste a todos a los hombres
deseándote siempre, te busquen
y cuando te encuentran, descansen en ti,
concédeles, en medio de sus dificultades,
que los signos de tu amor
y el testimonio de las buenas obras de los creyentes
los lleven al gozo de reconocerte como el único Dios verdadero
y Padre de todos los hombres. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R∫. Amén.
IX. POR LOS GOBERNANTES
Oremos también por los gobernantes de todas las naciones, para que Dios nuestro Señor, según sus designios, los guíe en sus pensamientos y decisiones hacia la paz y la libertad de todos los hombres.
Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el sacerdote:
DIOS todopoderoso y eterno,
en tu mano están los corazones de los hombres
y los derechos de los pueblos,
mira con bondad a los que nos gobiernan,
para que, en todas partes se mantengan,
por tu misericordia,
la prosperidad de los pueblos,
la paz estable y la libertad religiosa. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R∫. Amén.
X. POR LOS ATRIBULADOS
Oremos, hermanos, a Dios Padre todopoderoso, para que libre al mundo de todas los errores, aleje las enfermedades, destierre el hambre, abra las prisiones injustas, rompa las cadenas, conceda seguridad a los caminantes, el retorno a casa a los peregrinos, la salud a los enfermos y la salvación a los moribundos.
Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el sacerdote:
DIOS todopoderoso y eterno,
consuelo de los afligidos
y fuerza de los que sufren,
lleguen hasta ti las súplicas
de quienes te invocan en su tribulación,
para todos sientan en sus adversidades
el gozo de tu misericordia. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R∫. Amén.
Segunda parte:
ADORACIÓN DE LA SANTA CRUZ
14. Acabada la oración universal, tiene lugar la solemne adoración de la santa Cruz. De las dos formas que se proponen a continuación para mostrar la cruz, elíjase la que se juzgue más apropiada, según las exigencias pastorales.
Mostración de la santa Cruz
Primera forma
15. El diácono, u otro ministro idóneo, acompañado por otros ministros, va a la sacristía y, de allí, trae la Cruz procesionalmente por la iglesia, cubierta con un velo morado, hasta el centro del presbiterio, acompañándole dos ministros con velas encendidas.
El sacerdote, de pie ante el altar, de cara al pueblo, toma la cruz, descubre un poco su parte superior y la eleva, comenzando la invitación: Mirad el árbol de la cruz acompañándole en el canto el diácono o, si es necesario, la «schola». Todos responden: Venid a adorarlo, y acabado el canto se arrodillan y adoran en silencio, durante unos momentos, la cruz que el sacerdote, de pie, mantiene en alto.
Seguidamente el sacerdote descubre el brazo derecho de la cruz y, de nuevo, elevándola canta la invitación: Mirad el árbol, y se hace todo lo restante como la primera vez.
Finalmente descubre totalmente la cruz y, elevándola, canta por tercera vez la invitación; Mirad el árbol, y se hace todo lo restante como la primera vez.
El sacerdote:

Segunda forma
16. El sacerdote, el diácono, con los ministros, o bien otro ministro idóneo, se dirige a la puerta de la iglesia donde toma la cruz descubierta; los ministros le acompañan con velas encendidas, y van procesionalmente por la iglesia hacia el presbiterio. Cerca de la puerta, en medio de la iglesia y antes de subir al presbiterio, el que lleva la cruz la eleva y canta la invitación: Mirad el árbol, a la que todos responden: Venid a adorarlo, y después de cada una de las respuestas se arrodillan, y la adoran en silencio durante unos momentos, como se ha indicado antes.
El sacerdote:
Mirad el árbol de la cruz donde estuvo clavada la salvación del mundo.
R∫. Venid a adorarlo.
Adoración de la santa Cruz
17. Seguidamente, acompañado por dos ministros con velas encendidas, lleva la cruz al comienzo del presbiterio o a otro lugar apto, y allí la deja, o la entrega a los ministros para que la sostengan, una vez dejadas las velas a ambos lados de la cruz.
18. Para la adoración de la cruz, primero se acerca solo el sacerdote celebrante que , si lo juzga conveniente, puede quitarse la casulla y los zapatos. A continuación, el clero, los ministros laicos y los fieles se acercan procesionalmente y adoran la cruz mediante una genuflexión simple o con algún otro signo de veneración (por ejemplo, besándola), según las costumbres de cada lugar.
19. Para la adoración solo debe exponerse una cruz. Si por el gran número de asistentes resulta difícil que cada uno de los fieles adore individualmente la santa cruz, el sacerdote, después que una parte de fieles ha hecho ya la adoración, toma la cruz y, de pie ante el altar, invita al pueblo con una breve monición a que adore la santa cruz. Luego la levanta en alto durante unos momentos y los fieles la adoran en silencio.
20. Mientras tanto, se canta la antífona Tu Cruz adoramos, los Improperios, el himno Oh, cruz fiel, u otros cantos apropiados. Los que ya han adorado la cruz regresan a sus lugares y se sientan.
Cantos para la adoración de la santa Cruz
Antífona
Tu cruz adoramos, Señor,
y tu santa resurrección alabamos y glorificamos.
Por el madero ha venido la alegría
al mundo entero.
Cf. Sal 66, 2
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros y tenga piedad.
Y se repite la antífona: Tu cruz adoramos.
Improperios

Las partes que corresponden a cada coro se indican con los número 1 (coro primero), y 2 (coro segundo); las que deben cantar conjuntamente los dos coros se indican con los números 1 y 2. Algunos versos pueden cantarlos dos cantores.
I
1 y 2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho,
en qué te he ofendido ?
Respóndeme.

1. Yo te saqué de Egipto;
tú preparaste una cruz para tu Salvador.

2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho,
en qué te he ofendido?
Respóndeme.

1. Hágios o Theós.
2. Santo es Dios.

1. Hágios Ischyrós.
2. Santo y fuerte.

1. Hágios Athánatos, eléison himás.
2. Santo e inmortal, ten piedad de nosotros.

1 y 2. Yo te guié cuarenta años por el desierto,
te alimenté con el maná,
te introduje en una tierra excelente;
tú preparaste una cruz para tu Salvador.

1. Hágios o Theós.
2. Santo es Dios.

1. Hágios Ischyrós.
2. Santo y fuerte.

1. Hágios Athánatos, eléison himás.
2. Santo e inmortal, ten piedad de nosotros.

1 y 2. ¿Qué más pude hacer por ti?
Yo te planté como viña mía,
escogida y hermosa.
¡Qué amarga te has vuelto conmigo!
Para mi sed me diste vinagre,
con la lanza traspasaste el costado
a tu Salvador.

1. Hágios o Theós.
2. Santo es Dios.

1. Hágios Ischyrós.
2. Santo y fuerte.

1. Hágios Athánatos, eléison himás.

2. Santo e inmortal, ten piedad de nosotros.
II
Cantores:
Yo por ti azoté a Egipto y a sus primogénitos;
tú me entregaste para que me azotaran.

1 y 2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho,
en qué te he ofendido?
Respóndeme.
Cantores:
Yo te saqué de Egipto,
sumergiendo al Faraón en el mar Rojo;
tú me entregaste a los sumos sacerdotes.

1 y 2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho,
en qué te he ofendido?
Respóndeme.
Cantores:
Yo abrí el mar delante de ti;
tú con la lanza abriste mi costado.

1 y 2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho,
en qué te he ofendido?
Respóndeme.
Cantores:
Yo te guiaba con una columna de nubes;
tú me guiaste al pretorio de Pilato.

1 y 2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho,
en qué te he ofendido?
Respóndeme.
Cantores:
Yo te sustenté con maná en el desierto;
tú me abofeteaste y me azotaste.

1 y 2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho,
en qué te he ofendido?
Respóndeme.
Cantores:
Yo te di a beber el agua salvadora
que brotó de la peña;
tú me diste a beber hiel y vinagre.

1 y 2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho,
en qué te he ofendido?
Respóndeme.
Cantores:
Yo por ti herí a los reyes cananeos;
tú me heriste la cabeza con la caña.

1 y 2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho,
en qué te he ofendido?
Respóndeme.
Cantores:
Yo te di un cetro real;
tú me pusiste una corona de espinas.

1 y 2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho,
en qué te he ofendido?
Respóndeme.
Cantores:
Yo te levanté con gran poder;
tú me colgaste del patíbulo de la cruz.

1 y 2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho,
en qué te he ofendido?
Respóndeme.

Himno
Todos:
¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.
¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la Vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza!
Cantores:
Cantemos la nobleza de esta guerra,
el triunfo de la sangre y del madero,
y un Redentor, que en trance de Cordero,
sacrificado en cruz, salvó la tierra.
Todos:
¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.
Cantores:
Dolido mi Señor por el fracaso
de Adán, que mordió muerte en la manzana,
otro árbol señaló, de flor humana,
que reparase el daño paso a paso.
Todos:
¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la Vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza!
Cantores:
Y así dijo el Señor: ¡Vuelva la Vida
y que Amor redima la condena!
La gracia está en el fondo de la pena
y la salud naciendo de la herida.
Todos:
¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.
Cantores:
¡Oh plenitud del tiempo consumado!
Del seno de Dios Padre en que vivía,
ved la Palabra entrando por María
en el misterio mismo del pecado.
Todos:
¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la Vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza!
Cantores:
¿Quién vio en más estrechez gloria más plena
y a Dios como el menor de los humanos?
Llorando en el pesebre, pies y manos
le faja una doncella nazarena.
Todos:
¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.
Cantores:
En plenitud de vida y de sendero,
dio el paso hacia la muerte porque él quiso.
Mirad de par en par el paraíso
abierto por la fuerza de un Cordero.
Todos:
¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la Vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza!
Cantores:
Vinagre y sed la boca, apenas gime;
y al golpe de los clavos y lanza,
un mar de sangre fluye, inunda, avanza
por tierra, mar y cielo y los redime.
Todos:
¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.
Cantores:
Ablándate, madero, tronco abrupto
de duro corazón y fibra inerte;
doblégate a este peso y esta muerte
que cuelga de tus ramas como un fruto.
Todos:
¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la Vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza!
Cantores:
Tú sólo entre los árboles, crecido
para tender a Cristo en tu regazo;
tú el arca que nos salva, tú el abrazo
de Dios con los verdugos del Ungido.
Todos:
¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.
Esta conclusión no debe omitirse:
Todos:
Al Dios de los designios de la historia,
que es Padre, Hijo y Espíritu, alabanza;
al que en cruz devuelve la esperanza
de toda salvación, honor y gloria. Amén.
Teniendo en cuenta las condiciones del lugar y las tradiciones del pueblo, según la oportunidad pastoral, se puede cantar el Stabat Mater, según el gradual romano, u otro canto apropiado en memoria de la compasión de santa María Virgen.
21. Terminada la adoración, la cruz es llevada al altar y puesta en su lugar. Los ciriales encendidos son colocados a los lados del altar o junto a la cruz.
Tercera Parte:
SAGRADA COMUNIÓN
22. Sobre el altar se pone el mantel y sobre el mismo se coloca el corporal y el Misal. Mientras tanto, el diácono o, en su defecto, el mismo sacerdote, con el velo humeral, traslada el Santísimo Sacramento desde el lugar de la reserva al altar, por el camino más corto, mientras todos permanecen de pie y en silencio. Dos ministros con velas encendidas acompañan al Santísimo Sacramento y dejan luego las velas cerca del altar o sobre el mismo.
Después de que el diácono, si lo hay, ha colocado sobre el altar el Santísimo Sacramento y ha destapado la píxide, el sacerdote se acerca al altar y hace genuflexión.
23. Después, el sacerdote, con voz clara y teniendo las manos juntas, dice:
Fieles a la recomendación del Salvador, y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir:
El sacerdote, con las manos extendidas, dice junto con el pueblo:
Padre nuestro, que estás en el cielo, 
santificado sea tu Nombre; 
venga a nosotros tu reino; 
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día; 
perdona nuestras ofensas, 
como también nosotros perdonamos 
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación, 
y líbranos del mal.
24. El sacerdote, con las manos extendidas, prosigue él solo:
Líbranos de todos los males, Señor, 
y concédenos la paz en nuestros días, 
para que, ayudados por tu misericordia, 
vivamos siempre libres de pecado 
y protegidos de toda perturbación, 
mientras esperamos la gloriosa venida 
de nuestro Salvador Jesucristo.
Junta las manos.
El pueblo concluye la oración, aclamando:
Tuyo es el reino, 
tuyo el poder y la gloria por siempre, Señor.
25. A continuación el sacerdote, con las manos juntas, dice en secreto:
Señor Jesucristo, 
la comunión de tu Cuerpo
no sea para mí un motivo de juicio y condenación, 
sino que, por tu piedad, 
me aproveche para defensa de alma y cuerpo 
y como remedio saludable.
26. Seguidamente hace genuflexión, toma una partícula, la mantiene un poco elevada sobre la píxide y dice en voz alta, de cara al pueblo:
Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
Dichosos los invitados a la cena del Señor.
Y, juntamente con el pueblo, añade una sola vez:
Señor, no soy digno de que entres en mi casa,
pero una palabra tuya bastará para sanarme.
27. Luego, comulga reverentemente el Cuerpo de Cristo, diciendo en secreto: El Cuerpo de Cristo.
28. Después distribuye la comunión a los fieles. Durante la comunión se puede cantar el salmo 21 u otro canto apropiado.
29. Acabada la distribución de la comunión, el diácono u otro ministro idóneo lleva la píxide a algún lugar especialmente preparado fuera de la iglesia, o bien, si lo exigen las circunstancias, lo reserva en el sagrario.
30. Después el sacerdote dice: Oremos, y guardado, si lo cree oportuno, un de sagrado silencio, dice la siguiente oración después de la comunión:
Oración después de la comunión
DIOS todopoderoso y eterno,
que nos has renovado
con la gloriosa muerte y resurrección de tu Ungido,
continúa realizando en nosotros,
por la participación en este misterio,
la obra de tu misericordia,
para que vivamos siempre entregados a ti. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R∫. Amén.
31. Para despedir al pueblo, el diácono, o en su defecto el sacerdote puede decir esta invitación: Inclinaos para recibir la bendición.
Después, el sacerdote, de pie cara al pueblo y con las manos extendidas sobre él, dice la siguiente oración sobre el pueblo:
DESCIENDA, Señor, tu bendición abundante
sobre tu pueblo que ha celebrado la muerte de tu Hijo
con la esperanza de su resurrección;
llegue a él tu perdón,
reciba el consuelo,
crezca su fe
y se afiance en él la eterna salvación. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R∫. Amén.
32. Y todos, hecha genuflexión a la cruz, salen en silencio.
33. Después de la celebración se desnuda el altar, pero dejando sobre él la cruz con dos o cuatro candeleros.
34. Los que han participado en esta solemne acción litúrgica vespertina no celebran la hora de Vísperas.

SÁBADO SANTO
1. Durante el Sábado Santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y muerte, su descenso a los infiernos, y esperando su resurrección en oración y ayuno.
2. La Iglesia se abstiene del sacrificio de la misa, quedando por ello desnudo el altar hasta que, después de la solemne Vigilia o expectación nocturna de la resurrección se inauguren los gozos de la Pascua, cuya exuberancia inundará los cincuenta días pascuales.
3. En este día no se puede distribuir la sagrada comunión, a no ser en el modo de viático.

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